jueves, 15 de julio de 2010

Recordando a Dámaso Ogaz










RECORDANDO A DÁMASO OGAZ
(Santiago, 1928 - Caracas, 1992)

por Clemente Padín

Conocí a Dámaso Ogaz epistolarmente cuando intercambiábamos nuestros mensajes y publicaciones. Desde su patria adoptiva, Venezuela, me llegaban La Pata de Palo y Cisoria Arte y, desde mi país, Uruguay, le enviaba Los Huevos del Plata y, más tarde, OVUM 10. Estas revistas, junto a las de Edgardo Antonio Vigo, Diagonal Cero y Hexágono 70 y a las Ediciones Mimbre de Guillermo Deisler fueron las puertas de entrada en América Latina de la poesía experimental y las formas contemporáneas del arte de aquellos días como el arte correo, las acciones, las instalaciones, el video arte, etc. También eran el vehículo de nuestras obras e inquietudes sociales.

Nuestro correo fue escaso, siempre debí conformarme con sus breves anuncios y con sus notas sobre poesía y arte latinoamericanos que aquí y allá iba editando en sus publicaciones. Lo impresionante en su actitud fue su intransigencia radical al juzgar la vacilante moral de los literatos y artistas. Pero, también, por su capacidad creativa inagotable para trastocar y subvertir códigos establecidos o legitimados por el estatus concordante, en opinión de algunos que le conocieron personalmente, con su natural rebeldía e individualismo extremo que no claudicó ni aún ante las más urgentes necesidades.

Sus palabras aún resuenan para quien quiera oírlas: "La cultura, para nosotros, es todo lo que nos permite decir NO", es decir, el arte concebido como instrumento de lucha para oponerse a todo aquello que atentara contra nuestro ser, nuestra identidad, definida desde lo que somos y no desde la imagen desvalorizada que constantemente vemos en los medios de los países metropolitanos. Si no creyéramos, junto con él, en la fecundidad y vigencia del arte latinoamericano y en su irrenunciable compromiso con la justicia y la libertad, no podríamos estar mejor armados que con ese NO, rotundo y substancial que incansablemente Dámaso Ogaz opuso a los "valores universales" en cuyo nombre, aún, se nos continúa explotando haciéndonos vivir en indignos niveles de vida que pudorosamente llaman "pobreza crítica" vaciando, de paso, nuestras tradiciones y cultura en aras del "International Style".




A fines de los 60, aparecen las primeras manifestaciones del arte correo al cual, tanto Dámaso como nosotros adherimos de inmediato en razón de que expresaba nuestras más sentidas aspiraciones. Las reglas tácitas del arte correo -no selección de obras ni jurado, no invitaciones especiales sino multitudinarias, no venta ni mercadeo de obras- se constituyeron en los instrumentos que nos permitieron oponernos a las formas establecidas por el sistema que, sobre todo, privilegian el lucro y la ganancia por encima de las consubstanciales funciones del arte, en particular, la comunicación. El arte correo nos permitió ejercitar la "negación creadora" de Dámaso y enfrentar el dictac de la crítica y de los medios oficiales de contralor de la actividad artística amparados, a su vez, por la fortaleza inconmovible de los artistas nucleados en las redes de la comunicación a distancia como le gustaba decir a Vigo. Primero el servicio postal, luego el fax y, hoy día, el correo electrónico conjuntados en el Networking, posibilitaron la red de artistas internacionales que impuso la interacción creativa.




Nunca sabremos las causas de la decisión de Dámaso Ogaz de nunca regresar a su patria y de afincarse definitivamente en Venezuela. Nos faltan documentos que nos orienten en la dilucidación de ese entramado de circunstancias históricas y no sería justo asumir como reales suposiciones tejidas al calor de la anécdota. Algunos de sus amigos mencionan constantemente la responsabilidad del Congreso por la Libertad y la Cultura, aquel instrumento que la CIA norteamericana inventó para afrontar, en el plano de la ideas, la Guerra Fría contra el comunismo. Si bien contamos con un libro capital para encarar el análisis de aquellos años tampoco nos permite sacar claras conclusiones. Me refiero al libro de Frances Stonor, Who Paid the Piper: The CIA and the Cultural Cold War, Granta Books, Londres, Gran Bretaña, 1999 (hay traducción española: ¿Quién Pagó al Flautista?: La CIA y la Guerra Fría Cultural, Madrid, España, 2001) que aporta información de primera agua acerca de los 60, que pudieran explicar la decisión de Dámaso. Como es sabido la Guerra Fría generó muchas y variadas formas de lucha en todos los niveles. A nivel cultural e ideológico no fue menos feroz el enfrentamiento entre los bloques y, el apresto necesario para la “lucha” lo generó George Kennan, uno de los padres de la CIA, quien desarrolló en 1947 el concepto de «mentira necesaria» como instrumento capital de la diplomacia norteamericana en los 50. Es el conocido “el fin justifica los medios” que legitima la utilización de cualquier medio aún los más fraudulentos con tal de lograr el éxito en la empresa de derrotar al “comunismo”. Así erigen una red mundial de intelectuales, gente de la cultura, periodistas, personeros, etc. que sostuvieran, sin necesidad de ser presionados, la política imperial de los EEUU. Esa red nunca dudó en recurrir a la mentira, a la manipulación y a la tergiversación cuando se trató de secundar los esfuerzos políticos y/o militares de las corporaciones norteamericanos. Para ello contaban con cifras increíbles de dólares que distribuían a través de instituciones conectadas con aquellas corporaciones como p.e., las fundaciones Ford, Rockefeller, Farfield y otras que financiaban eventos de todo tipo como asimismo publicaciones que se oponían ideológicamente a todas aquellas voces que contrariaban la política imperial.




La fachada para estas actividades fue el Congreso por la Libertad y la Cultura dirigido hasta 1967 por el funcionario del gobierno norteamericano Michael Josselson. En su apogeo, el Congreso tenía oficinas en 35 países, daba empleo cientos de personas, publicaba más de 25 revistas, organizaba exposiciones de arte, ofrecía becas y residencias en todo el mundo, poseía su propia agencia de noticias, ofrecía conferencias y seminarios internacionales y premiaba a los artistas obsecuentes con abultados premios. El objetivo era ofrecer una visión del arte y la cultura que se opusiera a la fascinación que ofrecía la ideología marxista y el comunismo en relación a la igualdad entre los hombres y a la verdadera democracia.

En la página 101 del mencionado libro se habla de la existencia de una sucursal del Congreso por la Libertad y la Cultura en Chile que funcionaba en una sala de exhibiciones llamada "Sala Libertad". Sus directores eran precisamente Víctor Carvacho y Dámaso Ogaz. Las consecuencias de esta colaboración fue la financiación de la exposición muy sonada de "Jóvenes Pintores” con más de 170 obras a cargo del MOMA de Nueva York y de la Fundación Rockefeller. Allí también se afirma que Dámaso Ogaz aceptó una beca de la Fundación "Farfield" y, luego, en 1967, se radicó en Caracas. Su socio, Víctor Carvacho continuó al frente de la Galería en donde expusieron artistas chilenos de gran renombre. En palabras de algunos de sus conocidos, al parecer, Dámaso Ogaz, al enterarse de los verdaderos objetivos de tan desinteresada ayuda, se sintió avergonzado frente a sus pares y decidió no volver más a Chile. De ser así, el drama no es solamente de Dámaso sino de todo el arte latinoamericano. En palabras de Stonor “El hecho es que no todos sabían las verdaderas implicancias de esta institución” daría pié para pensar de que Dámaso Ogaz se vió sorprendido en su buena fe pero, como ya dije, sólo podemos suponerlo.




El funcionario del gobierno americano Donald Jamerson, llegó a declarar triunfalmente: "al observar el expresionismo abstracto, me encanta ser capaz de decir que el gobierno americano lo inventó todo. Basta observar lo que sucedió en Nueva York y lo que sucederá mañana en el Soho…Si pensamos que la abstracción fue un movimiento impuesto por la Central de Inteligencia de los EEUU, sobre todo el "expresionismo abstracto" de De Kooning, y el encubramiento mediático de Pollock como el mejor artista del mundo ¿donde queda la creatividad de los artistas en relación al arte abstracto?. En opinión de muchos el trabajo de la CIA fue tan escrupuloso que logró trasladar el centro del arte mundial de París a Nueva York.




Al parecer, los Estados Unidos nunca renunciará a controlarnos. No sólo económica o militarmente, sino también, culturalmente. Hoy día no existe el Congreso por la Libertad y la Cultura pero existen otros proyectos y planes para el “hemisferio americano”. Tampoco, al parecer, existe oficialmente el Plan Cóndor aunque padezcamos la infraestructura militar y policial creadas en aquellos años bajo las dictaduras promovidas por los EEUU. Hoy día, en 2009, asistimos a la gran discusión que se viene realizando a nivel de las Universidades y académicos norteamericanos en relación al Proyecto Minerva que impulsa la administración Obama apelando a la Sociología y a la Etnología para crear mecanismos de control de las poblaciones emergentes basadas en el substracto histórico-social de cada pueblo. Tampoco faltan los institutos culturales financiados, como en los 60s., por la Fundación Ford, Rockefeller y otros (Ministerios de Cultura foráneos de los EEUU), las consabidas Becas y la asociación con Universidades y museos norteamericanos (sobre todo el MOMA y la Universidad de Nueva York) asociados a instituciones similares en los países sometidos. Cambiarán los nombres y los asentamientos pero la médula de la política de control de los EEUU es la misma. Como lo sostuvo Frances Stonor, "El paradigma central de la guerra fría no era militar ni económico y ni siquiera estrictamente político. Era, y sigue siendo, una batalla por la mente de los hombres, una batalla de las ideas". Por lo que hemos visto, en esta batalla sin cuartel, Dámaso Ogaz debió pagar un precio muy alto.




Transcribiremos fragmentos del crítico, artista y poeta Juan Calzadilla, uno de sus amigos venezolanos, quien acaba de ser galardonado en el 6to Festival Mundial de Poesía realizado en Caracas, Venezuela (Revista Agulha, nro. 6, Agosto 2000, Fortaleza, San Pablo, Brasil):
  • “…Su verdadero nombre era Víctor Manuel Sánchez Ogaz. Llegó a Caracas en 1967 expresamente para sumarse a las actividades de El Techo de la Ballena. Se reportó, invitado por Carlos Contramaestre como un exiliado voluntario que había decidido romper todo vínculo con su país de origen: Chile, donde nació en 1928. Allí había dado los primeros pasos en pintura y poesía, y luego de publicar un libro inicial, se instala en 1963 en París, para darle un cambio decisivo a sus ideas al adscribir, si así puede decirse, a la estética del Surrealismo…La llegada de Ogaz a Venezuela fue como su declaración de pertenencia a este país del cual nunca salió. Fue como el abordaje clandestino de un subversivo de mayor experiencia y de temperamento controversial, que aportaba a El Techo de la Ballena, además de su oficio de diseñador, imaginación y voluntad de trabajo. Pero tal vez, también, demasiada intolerancia y un talante intransigente con lo que no compartía. Su tránsito por Venezuela fue, por eso, uno de los más duros episodios por los que haya pasado escritor alguno venido de afuera… Ogaz era en el fondo un gran anarquista y un escéptico convencido, aunque no rehusara, de cara al país, un cierto compromiso con la izquierda venezolana. Pero le interesaba más la subversión en estado puro (en orden a la provocación por medio del absurdo y el humor negro, explicable dentro de los parámetros dadaístas que manejaba) que el testimonio político…Su vida terminó en un geriátrico público de Caracas, en el cual fue internado tras la diligencia que realizó Caupolicán Ovalles para traerlo, desde Barquisimeto, donde residió últimamente…En el caso de Dámaso Ogaz no se podría afirmar que tuvo la muerte que se buscó o si, como es presumible, murió por negligencia o insensibilidad de los que pudieron hacer algo frente a las atroces condiciones en que, ya casi inválido, en una silla de ruedas, vivió el escritor sus últimos días. Aunque, por lo demás, pudiera justificarse tanta indolencia alegando que la muerte de Ogaz equivalió a la aceptación, por él mismo, de que se trataba de un suicidio lento y laboriosamente ejecutado.”

Dámaso Ogaz, cuyo verdadero nombre era Victor Manuel Sánchez Ogaz, nace en Santiago de Chile, el 17 de Agosto de y fallece en Caracas, Venezuela, el 14 de marzo de 1990. Cursó sus primeros estudios en Chile en el Instituto Pedagógico Técnico, Universidad Técnica del Estado, en la Escuela de Verano de la Universidad de Chile, en el Pedagógico Técnico y en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica, entre 1948 y 1953. Publicó más de 20 libros en los más diversos géneros: poesía, ensayos, plástica, cuentos, etc. Los que le dieron justa fama fueron, sobre todo, lo editados bajo el Techo de la Ballena, grupo alternativo e innovador venezolano en la escena de los 60: Espada de Doble Filo,1962; La Ballena y lo Majámico,1967; Los Métodos y las Deserciones Imaginarias, 1968 y los editados bajo su propios sellos: La Pata de Palo y Cisoria Arte, ésta última, revista de gran predicamento en América Latina por la que se difundieron los preceptos de la "nueva poesía" o poesía experimental como se la llama ahora como asimismo los fundamentos del arte correo y sus normas tácitas. Cabe destacar que Ogaz estuvo entre los primeros en hacer efectiva la interactividad a través de las ediciones corporativas y en el empleo de fórmulas de edición alternas con la utilización del mimneógrafo y la fotocopiadora, sobre todo en la impresión de su conocida Carta, una hoja poética de profusa difusión en el mundo. Artista plástico de fuste, no sólo expuso en múltiples galerías e instituciones culturales de Europa y América sino que, también, fue considerado el introductor del arte abstracto en Chile. Sus colaboraciones en tanto crítico de poesía como de pintura fueron incontables al igual que sus participaciones en la red de artistas correo y de Poesía Experimental, superando la cifra de más 500 exposiciones en todo el mundo.

Personalmente, siempre admiré la capacidad artística de Dámaso Ogaz orientada, no al manipuleo inconsecuente de los repertorios ya establecidos y vigentes por el buen gusto sino orientada al descubrimiento de nuevas formas expresivas propias de la tecnología de nuestra época. Fue un decidido cultor de la experimentación que no sólo se valía de la palabra en función semántica sino también de diferentes lenguajes y, en particular, de las posibilidades expresivas de todo tipo de materiales que pudieran servir de soporte a los frutos de su sensibilidad. Por todo ello me declaro deudor de sus creaciones, de su pensamiento y de su actitud contestataria, fuente inextinguible de la insobornable ética que nos legara y que nos anima, la misma que alimentó y alimentará a los “horribles trabajadores” de Rimbaud.




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